En el Departamento Central de Paraguay, en la frontera con Argentina, en la ciudad de Asunción, se encuentra la Escuela Caacupemí de Fe y Alegría. Esta escuela atiende a la comunidad del barrio llamado “Bañado Sur.” La escuela no cuenta con servicio de agua. Algunos alumnos caminan 45 minutos por caminos de tierra para llegar a clase. Pero, en este barrio, las familias y profesores creen que los alumnos no sólo tienen el derecho a condiciones de vida básicas, sino también a la educación.

Si visitas esta pequeña escuela, apartada de la carretera principal y junto al río Paraguay, puede que te encuentres con Johana. u asignatura favorita es matemáticas. Se pelea con su hermana menor por los juguetes. De mayor quiere ser maestra. Le encanta la escuela porque disfruta aprender.

O quizás tengas la oportunidad de conocer a Iván. Tiene cuatro hermanas. Le encanta la escuela porque le ofrece un espacio seguro para jugar y aprender matemáticas (es también su asignatura favorita). Cuando sea mayor, quiere ser «un abogado importante» y él sabe que la escuela es clave para alcanzar ese sueño.

Por desgracia, Johana e Iván no siempre pueden ir a la escuela. A veces, la Escuela Caacupemí de Fe y Alegría está cerrada por las inundaciones. Otras veces no pueden pasar por los caminos sin asfaltar que les llevan al colegio. Incluso cuando lo consiguen, los servicios públicos en la escuela son poco fiables.

Cuando el río Paraguay crece durante la temporada de lluvias, Bañado Sur se inunda, y los 100.000 residentes del barrio se ven obligados a abandonar sus casas. A veces el agua puede alcanzar los 3,5 a 4 metros de altura. Con el cambio climático, estas inundaciones no hacen sino aumentar en fuerza y frecuencia.

Sin embargo, hace 23 años, antes de que llegara Fe y Alegría, no había ninguna escuela en este barrio. . La comunidad estaba desconectada de los recursos y oportunidades disponibles en otras partes de Asunción y empezaron a preguntarse: ¿Cómo podría prosperar una escuela en esta parte del mundo? ¿Cómo podrían estudiantes como Johana e Iván encontrar en ella un lugar de seguridad, aprendizaje, esperanza y comunidad?

La respuesta fue muy sencilla: las madres. Un grupo de madres se juntó para fundar este centro de aprendizaje. Hace veintitrés años, fueron las madres quienes lideraron el impulso a la educación y quienes siguen siendo las líderes tanto en la escuela como en la comunidad.

Una de esas madres es Selva.

Hoy, ella es la directora de la escuela. Empezó como voluntaria hace 23 años y sigue ahí. Su sueño para la escuela es que se respete el derecho a la educación de cada alumno y que el cuidado de nuestra casa común sea un elemento central de esa educación. Su objetivo para la comunidad es construir la próxima generación de líderes. Estos futuros líderes son Johana e Iván. Fe y Alegría y la escuela son fundamentales para lograr ese objetivo.

Mientras Johana e Iván sueñan con ser profesores y abogados, y sus compañeros tienen esperanzas similares para el futuro, Selva es un ejemplo de lo que el derecho a la educación hace no sólo por una persona, sino por toda una comunidad.

Este es el impacto inspirador que tienen las escuelas de Fe y Alegría en todo el Sur Global. Esta red de escuelas está impulsada por los Jesuitas y comprometida a proporcionar educación a los marginados y en zonas donde el asfalto literalmente se acaba. Fe y Alegría no se limita a prestar un servicio a sus alumnos, sino que impulsa comunidades enteras y supera todo tipo de retos particulares. Estas escuelas echan raíces profundas en sus comunidades. Tan profundas que ni siquiera las inundaciones podrán llevarse la esperanza y la promesa que inspiran.